martes, 29 de abril de 2008

NO DEJÉIS PASAR LA LUZ

Encontradme dormido, siempre eterno y reposando
En el solar de las horas que marchitan,
En las caricias de una nueva raza, siempre divagando.

Descubridme, pues, en cada suspiro azul, y melancólico
Que mis venas opacan la seriedad de vuestro ser
Con el latir de la sangre nueva, y vigente el deseo irónico.

No dejéis pasar la luz del sol por la ventana, amado niño,
Que mi ángel se fue volando, y no sé si volverá,
Porque el deseo de vanas glorias me dejó sin su cariño.

Callado me he encontrado, prudente, despacio y entre gemidos,
Buscando lo que anhelo deciros desde hace tiempo,
Recordando las palabras que jamás quemaron mis suspiros.

Cuánta soledad devela esta mañana, mientras dormitaba,
Entre sábanas de vacío, sobre una almohada fría,
Sabiendo que vuestro grito más osado, al fin me despertaba.

Encontradme dormido, siempre triste, siempre taciturno,
En el desván de los sueños rotos y olvidados,
Junto al silencio y al sarcasmo, cerca del miedo vagabundo.

Y si lo eterno se renueva, y si lo nuevo se hace infinitamente mío,
Decidle a la mediocridad que me acompañe
A resucitar lo que aquel amor cautivo dejó ahogar en el río.

No golpeéis mi puerta, niño mío, salid pronto, seguid jugando,
Dejadme abandonado en la alcoba del dolor
Para despertar con el sentimiento retorcido de sentidme amado.




Secad esas lágrimas, amado infante, amado y querido,
No penséis que fue tu culpa, tú eres sólo un niño,
Eres el niño ingenuidad, y su amor, para mi, algo prohibido.

No dejéis pasar la luz por el umbral de la pasión, de la distancia
Porque a mí no me interesa quedar expuesto y solitario,
Retorciéndome en lo que quise deciros y me llena de nostalgia.

No la dejéis pasar por la ventana para nada triste imaginar,
No habléis de eso que me mortifica, por respeto, por piedad
Que el ángel que amé tanto, se fue volando, y no sé si volverá.

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