martes, 29 de abril de 2008

LAMENTO DE UN CORAZÓN HERIDO

EL NIÑO HERIDO


Cae al amanecer sobre un dulce canto nuevo,
Empezando a creer que la vida le es injusta.
Cae ante el temor, después de la lluvia moribunda,
Cuando sucumben los sueños de una noche brusca.

Piensa al atardecer que la mañana no le fue grata,
Entre tantos desatinos que nadie jamás entenderá,
Cae en silencio, llorando, gimiendo, al suelo herido
Porque el amor que le has dado ya no volverá.

Cae al amanecer el fiel y buen niño, triste, destrozado;
Entregando lo último que le queda de valor.
Cae al suelo, descubre que todo ha terminado,
Porque la primera en irse fue la sombra de su dolor.

Piensa, al anochecer que la tarde fue muy injusta,
Cuando el último rayo de sol quemó su infante cara,
Porque con su dulzura hirió el orgullo del viento del amor,
El mismo que le pidió al niño, en silencio, que te amara.

Cae, siempre cae, porque el destino le traicionó;
Susurrando ideas vanas de lamentos de su niñez,
Cuando la gaviota noche, triste oscila acunarle
Con histerias y soledad, con dolor e insensatez.

El niño deja de temer, pues cae al amanecer toda oscura tiranía,
Tu amor se fue, en el ataúd de marfil, bajo la lluvia, encapsulado,
Viajando por los túneles fríos de un más allá, estando ya muy lejos,
Mientras de un luto negro mira al cielo, lo maldice, y se va llorando.


Piensa al amanecer que esta noche, fue muy dolorosa y triste,
Entre tanto sufrimiento, quebranto y soledad, que nadie entenderá.
Cae el niño ingenuo, desprotegido, junto a tu cuerpo, al suelo herido
Porque el amor que le has dado... Ese amor, ya no volverá.



MI ALMA HERIDA



Hoy, tras caer marchitando las horas por el camino sediento,
Dejando ese negro rastro por delante de mi felicidad;
Muere el niño que ayer estaba triste, que ayer estaba herido,
Y mis rezos, mis lamentos no lo pudieron evitar.

Las amapolas están de luto, en un manto gravitacional oscuro,
Arrojando a las cantábricas aguas las cenizas de mi volcán.
Porque el niño herido, volverá contigo, pero me deja inseguro
No queriéndose enterar del mal que provoca tanta fría soledad.

Los silencios se hacen eternos, y traen un triste aroma de dudas,
Cuántas cosas bellas podría haber hecho el niño santo, entristecido
Por el dolor de tu partida, fue creyente de que tu amor jamás volvería
Y hoy, muerto, llora el río, la luna sangra, y el sol no sale, está afligido.

El niño tenía tantas ganas de jugar, de compartir, de arriesgarse
En esta vida miserable, para reír como nadie jamás lo podrá hacer.
Pero tanto lo amo, que su partida me aniquila, y es que no importan
Cien, mil, un millón de años, siempre esperaré a que vuelva a nacer.

Y al nacer, dará vida a las muertas amapolas de nuestro amor,
Y al nacer, traerá consigo esa hermosa sonrisa, casi de fantasía.
Y al nacer, morirá la tristeza que ronda en el aire, como un fantasma,
Que se alimentó de mi esencia, ayudando a crecer la agonía.

Pero, cuánta ilusión utópicamente mía, cuánta porquería,
El niño herido que amo, se alejó por el sendero de pétalos lunares
Marchando entre las hiedras gélidas, sin conocer el dolor
De saber lo que se siente ver morir al niño, y llorarlo a mares.

Si vieran cómo cantaba en mis brazos el niño herido, cómo bailaba,
Como hacía de su mundo el mejor lugar para habitar, cuánta pasión
Entregaba a la vida, tantos desafíos, tanta ingenua pureza y libertad
Que el deseo de estar vivo murió cuando te fuiste sin un adiós.

Los silencios ya son eternos, negras las amapolas, las horas, muertas.
Y las velas que prenderé no lo traerán de vuelta a mis brazos, aquí conmigo.
Murió por el dolor de tu partida, sintiendo que tu amor no iba a volver.
Y sin el niño, llora el río, la luna sangra, y el sol no sale, porque está afligido.




MI DOLOR, HERIDO



Mañana, cuando ya no quede más nada aquí por hacer,
Caeré rendido a los pies del Rey Otoño, en letargo profundo,
Para dormir mi pena, mi angustia, mi culpa y mi aflicción.
En un lecho de anémonas polares, con mi llanto vagabundo.

Mañana, cuando despierte de la pesadilla de tu partida,
Y del gris adiós que el niño herido jamás pronunció,
Me veré envuelto en congoja eterna, porque ambos se han ido,
Dejando sólo el recuerdo, en mi cuerpo lleno de tanto dolor.

Mañana, cuando me halle solo y mal querido, triste y sin consuelo,
Cuando tu ausencia me duela, rebasando los límites del dolor,
Sentiré la necesidad de irme contigo, y viajar de prisa
Para abrazar al niño herido, ese que por ti, murió de amor.

Mañana, cuando mi dolor esté herido, a tal punto que
El dolor de esas partidas no sea más que mi taciturna canción,
Entenderé que me he quedado solo, sin tu cariño,
Sin sus sonrisas, sin tu compañía, sin su compasión.

Mañana, cuando despida lo que queda del día de hoy,
Comprenderé que tú te fuiste sin previo aviso, sin un adiós...
Y tras tu ida, llegó la lluvia, y el niño herido murió por tu amor,
Y tras su ida y sin su presencia, lentamente muero yo.

Mañana, cuando ya no me quede nada aquí por hacer,
Sumergiré mis ansias de querer profundamente ser feliz,
Para despertar de éste, mi dolor, herido de tanto doler,
Para volver a abrazarte fuertemente y volver a verlo sonreír.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sinceramente me gustaron los poemas,muy bien escritos y con un sentimiento profundo.